Varios de mis problemas cotidianos son por culpa de esa maldita cabra. Aquí una típica escena:
Mientras estoy haciendo algo me acuerdo de un pendiente, como no quiero que se me olvide hago una pausa para atenderlo, y de pronto pienso en otro asunto más. Tres ideas en la cabeza. Tres montes para que mi cabra saque su kit de viaje y valgamos gorro.
Llevo ya tanto tiempo siendo así, que mi abanico de consecuencias también es muy amplio. Desde tortillas quemadas, llaves olvidadas, gente que dejo plantada (esa me da mucha mucha pena), entregas que olvido, y varias más.
Estoy consciente de que tengo un problema, llámese déficit de atención, Dory la de Nemo, o multitasker fallida. Tal vez por eso tengo un gran amor por las listas. Cada vez que escribo un pendiente siento que mi cerebro se relaja.
Obvio he buscado solucionarlo, mil veces he llegado a la recomendación del “mantenerse presente en el presente” con ejercicios como la meditación. En otras ocasiones hasta siento que me jalan las orejas desde el cielo porque en mi familia hay un dicho que nos heredó el papá de mi papá: “Haz bien lo que estés haciendo y termina lo que empieces”. Mi pobre abuelito me lo ha de estar gritando desde allá arriba y yo aquí bien gracias.
Por otro lado, hay un ingrediente en la ecuación que no hace sentido ¿Cómo es que se puede ser así de dispersa teniendo un alma controladora? ¡Si ni puedo regular la velocidad con la que cambio mi concentración de lugar!… ¿O será que justamente por querer tener bajo control mil temas a la vez acabo así?
El perfecto escenario para que esto se haya agravado es el confinamiento porque se mezclan asuntos personales, familiares, del hogar y de ambos trabajos. Más lugares para que mi cabra se pierda. Constantemente me sucede que mientras cocino, quiero aprovechar para lavar unos trastes pendientes y luego me acuerdo de la entrevista que no he agendado y la llamada a la contadora que no puede pasar de hoy. Todo eso y más, puede aparecer en el mismo momento en el que en teoría sólo estoy preparando de comer.
Debo confesar que quiero arreglar el problema pero no quitarle movilidad a mi cabra. Muchas de las ideas más maravillosas que he tenido, han surgido cuando anda paseando de monte en monte. Ella es libre, le vale que se queme lo que está en la estufa. No conoce de confinamientos, quiere estar en todos lados, conocerlo todo, preguntarlo todo, y meter su cuchara en todo. Lo malo es que muchas veces acaba pagando varios platos rotos por andar de loca.
Hasta ahora lo único que medio me ha funcionado es una estrategia que hace tiempo adopté para un fin distinto. Dado que mi inglés es mejor cuando no me presiono, al hacer entrevistas, para liberar tensión respiro un poco más profundo de lo habitual y pongo atención al sonido del aire entrando a la nariz. Es más, han habido veces en las que me pongo un post-it en frente que dice “Breathe” o “Slowly” (y así en inglés para estar más en el mood jaja). Eso me relaja, me recuerda que debo respirar y por ende logro concentrarme más en lo que está diciendo el otro monito y fluyo mejor.
Concentrarse en la respiración es uno de los principios de la meditación, así que cuando estoy en momentos de efervescencia mental, he aplicado ese recurso también; y sí, la cabra se amansa. Luego pasan tres segundos, se le olvida y vuelve a valer gorro. -_-
A veces también pienso que me hace falta terminar de aceptarla. Estaría buenísimo poder dejarla en libertad pero darle un celular para llamarla cuando necesito que regrese para que atendamos lo pertinente.
Cuando logre llegar a acuerdos convenientes para ambas partes con ella, me reportaré nuevamente. Saludos y felíz día, tarde o noche.