El mejor de los choques

Chocar es una de las experiencias más de flojera ¿a poco no?… Por supuesto me refiero a los accidentes leves, donde nadie sale herido.

Vas manejando tranquilamente, de pronto en un abrir y cerrar de ojos alguien te golpea o a alguien golpeas y entonces comienza la odisea: buscan un lugar donde orillarse, si tú fuiste el que chocó te bajas apenado esperando que el otro no esté molesto y puedan solucionar el asunto lo más pronto posible.

Afortunadamente esto me ha sucedido muy pocas veces, pero la última fue muy particular:

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Conducía un auto que no era mío, llevaba prisa y andaba algo estresada. Saliendo de un estacionamiento el punto ciego de los espejos y mi apuración fueron la mezcla perfecta para que golpeara a un taxi que estaba atrás de mí. Contuve la pena y el enojo conmigo misma, me bajé y:

– Perdóneme, no me di cuenta que estaba atrás de mi.
– Sí, ya vi, ¿pues qué querías hacer muchacha?

No entendí que quería decirme con esa pregunta, así que seguí con mi speech:

– No espejeé correctamente, tengo un poco de prisa… ¿cómo lo podemos resolver, tiene seguro?
– Sí muchacha, pero te va a salir más caro el deducible, este golpe es más barato… ¿cómo lo quieres resolver?

Como buena mexicana mal pensada creí que quería sacar ventaja de alguna manera, aunque efectivamente su golpe no era fuerte y el mio sólo tenía abollada la facia.

– Híjole, no traigo efectivo para darle, de hecho me preocupa más mi golpe.
– Tu golpe sale fácil, por ese no te preocupes.
– Pero si lo saco así como así, la pintura se va a caer ¿no?
– No, para nada, ¿me permites?

No sabía si desconfiar aún más pensando que tal vez lo dejaría peor o tal vez sí se trataba de una persona amable y que sabía algo de hojalatería. Opté por la segunda opción, total, chocado ya estaba.

– Ooook.

En ese momento el señor se metió debajo de la facia, le dio dos golpes y quedó como si nada hubiera pasado. Lo quería abrazar… un pendiente menos, me daba mucha pena entregar el coche prestado en mal estado.

– ¡Muchas gracias!… pero ¿y su golpe? ¿qué hacemos con él?

Abrió su cajuela, dio otros dos golpes y su golpe salió.

– …
– Te toca la pizza muchacha, yo sólo vine aquí por eso.
– ¡Sí por supuesto! ¿de qué la quiere?¿refresco?

Al regresar con la pizza, me compartió la mitad y luego cada quien se fue a seguir con su día.

Esta experiencia podría parecer una tontería, sin embargo, los que han chocado saben que suele ser un dolor de cabeza. Todo mundo quiere que le paguen su golpe y dado lo tardado que es el trámite con los seguros y los talleres, si el asunto no lo amerita, muchos prefieren recibir efectivo en el momento y de paso obtener un poco más de lo que en realidad cuesta la compostura.

Este señor rescató mi día, hizo que rompiera con mi inercia de apuración y estrés, resolvió mi error y a cambio sólo quiso compartir una pizza conmigo. Definitivamente un ángel de los que contagian amabilidad, honestidad y solidaridad. Seamos así, nuestros días serían más amenos.


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