Nací, crecí y continúo viviendo en un entorno que valora, respeta y admira a los que trabajan mucho. A los que se esfuerzan arduamente todos los días para “ganarse el pan de cada día”. Con estas frases estoy segura que pude poner en tu mente imágenes de comercial inspirador sobre cómo la gente que sale a partirse el lomo es lo máximo del mundo mundial. Y pssss… no sé si es que esas personas son lo máximo o la sociedad en la que viven es injusta.
Hace unos días, después de llevar meses llenando prácticamente a tope mi contenedor de tolerancia al cansancio y fastidio, me desesperé de esa dinámica y ya no me comenzó a encantar escuchar los cumplidos dirigidos a lo MUCHO que alguien trabaja; porque elogiar la calidad o el talento es una cosa, pero la cantidad… ahí pondría un gran asterisco.
Hace un tiempo me encantaba decir que las nuevas generaciones eran flojas, que no sabían lo que era trabajar duro, sacrificar cosas para crecer profesionalmente, que todo lo querían fácil o rápido, etc. Y hoy en día, sorpresivamente, ya no creo que estén taaan mal.
Aunque sigo pensando que lo que a uno le cuesta más trabajo lo valora más, y que en el camino y sus baches está el aprendizaje y la madurez, eso de que pasen los años y cada vez haya que dar más y más y más, sin que se le vea final, ¡pfff!
Tal vez esta nueva generación llegó justamente para hacer un contrapeso a la balanza del exceso de sacrificio/trabajo. ¡Vieras el enormeesfuerzo que estoy haciendo por dejarles de aplicar el argumento de: “si yo me quemé las pestañas, tú debes hacer lo mismo.”!
Dicen que llega un momento en el que uno recoge sus frutos después de tanto aplicarse, pero ¿a qué precio? ¿qué tal si mejor nos la llevamos más leve, para que los frutos no lleguen ya que no se tengan energías o ganas de disfrutarlos?
La vida es eso que pasa mientras te partes la m# diariamente.
Seguro alguien ya lo dijo, y si no, lo digo yo.
Y es que pareciera que así como el calentamiento global nos da cada vez calores más rudos, lluvias más intensas, sequías más destructivas, etc., en lo “humano” estamos igual. Con competencias cada vez más cerradas, sueldos cada vez más bajos, prestaciones extinguiéndose. Y por si fuera poco, aparece esto del elogio a la cantidad de trabajo y lo valiosa que es una persona por ser “sacrificada”. No no. No más. ALTO.
Y bueno, lamentablemente la vida y la sociedad no se arregla en un blog, ni sabría cómo hacerlo, pero para parar con la dinámica que me hace sentir mal tengo un par de ideas. Las resumo en estas 4 cosas, y si tú tienes más, démosle y sumémoslas.
- Lo que ya dije más arriba. No elogiar lo mucho que alguien trabaja. Mejor decirle “¿y todo bien con tu cansancio y estrés?” y si todo está bien, entonces apréndamosle y ¡te ayudo a hacerle un monumento! jaja.
- Algo de lo que ya había hablado en esta otra entrada del blog. Pagarle justo a quien contratemos para lo que sea. Se trata de parar con este rollo del “quiero pagarte miserablemente porque yo soy o miserable o abusivo”. Reevaluemos lo que entendemos por “lo justo”, tal vez en el camino lo hemos tergiversado.
- Repensemos lo que entendemos por “flojo” o “mediocre”. Si bien hay personas que sí son flojas y hasta ganas dan de correrlas, en ocasiones podemos tachar a alguien de mediocre o de que le falta compromiso porque según nosotros no dio su “máximo” en algún proyecto. Pero y ¿qué tal que no es así? ¿Qué tal que hay quienes efectivamente tienen más claro que nosotros lo que necesitan para mantener su salud mental? ¿Qué tal que no tienen niveles astronómicos de ambición porque su tanque de felicidad lo llenan con cosas más sencillas? Mucho habríamos de aprenderles.
- Un “No” puede cerrarnos alguna oportunidad o un ingreso extra, pero si te da paz mental, ¡di “NO”! Suele hablarse de la importancia del “No” ante los demás, pero también habríamos de decirnos a nosotros mismos “NO” cuando quien anda aceptando todo es nuestro mal-educado automático que sólo sabe decir “Sí”. (*facepalm*)
Eso del burnout está rudo y en estos tiempos todos somos propensos a caer sin darnos cuenta. Afortunadamente puedo decir que los pequeños síntomas que me acercaron a ello ya pasaron y ahora me encuentro en mejor forma; sin embargo, sé que debo seguirme monitoreando para no verla de cerca otra vez.
Gracias por leer. 🙂