Mientras tanto en el salón de la injusticia

Dicen por ahí que el mundo no es un lugar justo. Y pues sí, basta con voltear a cualquier lado para encontrar algún detallito así. Desde un empleado mal remunerado, políticos y policías que no trabajan para el bien de la gente o el bullying.

Reconozco que desde niña las injusticias me pisan un botón importante, y eso que no me ha tocado enfrentar muchas circunstancias de ese tipo (¡que afortunada!). Sin embargo, hace unos días pasé por algo feo y puedo decir que hasta me desconocí de tanta ira y rabia que sentí.

En resumen: Una agencia de cobranza nos pidió el pago de una penalización porque supuestamente entregamos tarde el aviso de salida del departamento que desalojamos hace unos meses.

La cuestión es:

1.No lo entregamos tarde, pero por tonterías más o tonterías menos, la inmobiliaria se dio por enterada una semana después de lo debido y entonces echó a andar a su agencia de cobranza.

2. Esta inmobiliaria tiene millones de edificios en Toronto. Su servicio al cliente es pésimo y cuando empezó la pandemia se hizo mucho más complicado encontrarlos para tratar cualquier asunto. No contestan el teléfono y responden los emails cuando quieren, pero para cobrar están buenos.

3. La agencia de cobranza trata a los “deudores” como delincuentes. Cuando les intentas explicar algo te interrumpen, te levantan la voz y si sigues intentando hablar hasta te cuelgan.

4. Cambian los montos que debes como si fueran dulces, pero tú les haces una propuesta de lo que puedes pagar y te dicen “uuuu no, eso está imposible”.

Intentamos reclamar y explicar pero fue infructuoso. Pudimos haber ido a corte para defendernos pero por la pandemia el problema se iba a demorar mucho más y las posibilidades de salir “ganando” eran muy pocas porque lamentablemente no teníamos pruebas suficientes.

Impotencia. Frustración. Ira. Ira. Ira. Ira. Ira al 1,000% y más.

¿Por qué nos confiamos? ¿Por qué se aprovechan de personas que no tienen los millones de dólares como ellos? ¿Por qué sí pueden no contestarte el teléfono pero ellos encuentran hasta a tus abuelos difuntos para cobrarles tu “deuda”?

Al final nos hicieron un minidescuento y pagamos. Ya después nos tocaba ver cómo nos deshacíamos del enojo.

Intenté mil estrategias y nada funcionaba del todo. Sólo se me pasaba por momentos y luego volvía a sentir los químicos del enojo recorrerme el cuerpo.

Me pregunté mil veces porqué no me estaba siendo sencillo aceptar lo sucedido, soltarlo, y sentirme bien otra vez. Sólo lograba responderme que yo lo que quería era justicia.

¿Y a mí quién me dijo que por fuerza yo soy la que debe hacer justicia? ¿No será que de pronto eso ya pasa a ser chamba del karma, universo, vida, diosito, destino, etc.?

Y ojo, con esto no estoy diciendo que no hay que promover el que las cosas sean justas en nuestro entorno, sólo creo que hay veces en que eso no está en nuestras manos o (aunque no queramos verlo) en esas ocasiones estamos nosotros “pagando” alguna injusticia previa que cometimos.

Al final, soy una firme creyente y testigo de que las matemáticas del universo no fallan. De este problema algo debíamos aprender, aunque me duela aceptarlo y aunque emocionalmente no sea sencillo de procesar. El enojo después de un rato se convierte en una decisión tan trascendente que puede dañar mi salud (obvio pasé por gastritis estos últimos días, dormí fatal, etc.) y eso, mi salud, es algo a lo que no quiero que tengan acceso estos señores de la inmobiliaria y la agencia de cobranza.

Ya sé, se lee hermoso, ahora sólo me falta terminar de incorporarlo a mis emocioncitas y dejar de pintarles dedo a esos señores.

¡Vaya manera de empezar el año!

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