Llevo tiempo buscando maneras de entrenar a mi cerebro para que no juzgue los comentarios o comportamientos de los demás.
Estoy leyendo un libro sobre los prejuicios y los estereotipos. Aborda la discriminación y violencia hacia las mujeres, negros, latinos, personas LGBTQ2+, etc., explicando cómo es que el mundo está construído sobre bases que oprimen a quienes no son hombres blancos. Puede sonar a tema trillado, y más a raíz del 8M, el Black Lives Matter, e incluso por la migración latina hacia EUA. Sin embargo, hay varias posturas que componen esta revolución y que van marcando su rumbo, incluso de manera no intencional.
Por cierto, me gustaría aclarar que no estoy a favor ni en contra de nadie, sólo quiero entender qué genera estos entredichos y enfrentamientos; porque seamos realistas, aunque esté -de moda- ser más abiertos, seguimos peleándonos y descalificándonos.
Revolución = polémica
¿Qué tal la polémica sobre las mujeres golpeando y rayando monumentos cada 8 de marzo?
¿Qué tal la derivación del término “feminista” a “feminazi“?
¿O qué tal esta otra polémica por el lenguaje inclusivo?
¿Y qué tal los comentarios como “está resentido, no tiene porqué ponerse así ¡nadie lo está agrediendo!”?
Unos apoyan y otros critican. Unos buscan la inclusión y otros se sorprenden por “lo locos o exagerados que son los jóvenes.” Y está bien, sin polémicas no hay revoluciones.
La mercadotecnia
Además de los que luchan y los que están a favor o en contra, también tenemos a aquellos que les valen las causas sociales y solo sacan provecho económico: Las marcas.
La mercadotecnia se cuelga de estos movimientos y los gasta. Ahí tenemos a Disney con la “La Sirenita” negra y las premiaciones (Óscares, Grammys, etc.) en los que ponen a fuerza personajes de otras razas, preferencias o identidades sexuales.
Porqué se enreda tanto la revolución
Pudo haber disque independencias pero el esquema mental de que en las sociedades hay castas y que unos son más o menos que otros, sigue existiendo veladamente.
Puede haber familias que ya no se rigen por mandatos tan conservadores o religiosos, pero los roles que debe tener cada individuo siguen estando en el inconsciente colectivo.
Salirse del molde es considerado, en el mejor de los casos, respetable, valiente o inspirador, y en el peor de los casos, ofensivo, inutil o criminal.
Todo esto sólo complica algo simple: Quien ha sido pisoteado o quien ha visto que su comunidad lo ha sido por generaciones: lucha, levanta su voz y dice ¡basta! Y esas luchas no suelen ser a medias tintas. Se tiene que incomodar el status quo, sino ¿qué cambio podría haber?
Pero claro, esto es fácil de criticar por quienes no han experimentado lo mismo. Hasta este punto, la empatía suele brillar por su ausencia. 🫤
¿Y entonces qué?
Dado que nos toca ser parte de esto simplemente porque estamos vivos, hasta el hacerse wey es una postura. La manera en que nos expresamos, lo que juzgamos o con lo que empatizamos, incluso en nuestro círculo más cercano, repercute en el TODO.
Todo el tiempo estamos influyendo y siendo influenciados y creo que por eso, cada vez que estoy en una conversación donde se exponen opiniones tajantes, que invalidan “lo distinto”, me paralizo.
Bendito Dios, tengo muy presentes un par de tips que leí últimamente que me ayudan a parar con mis prejuicios o suposiciones:
Primero, me enfoco en el origen. Cuando alguien da una opinión, inmediatamente me pongo a imaginar qué habrá hecho a esa persona creer lo que cree. Algo aprendió o vivió que lo llevó hasta este punto; y eso no se juzga, es sólo tener claro que hay una causa para ese efecto.
Segundo, el hartazgo o la apatía son naturales. Hay quienes están cansados de tanto feminismo, Black Lives Matter, lenguaje inclusivo, etc. Una de mis hipótesis es que esto es en gran parte por la mercadotecnia que ya nos saturó. Tanto mensaje hecho como parte de la moda ocasiona que los motivos reales de la revolución se desvirtúen.
Sin embargo, tal vez a la larga, el ser “incluyentes” (aunque por ahora sea forzado/falso), podría traernos beneficios reales; como el que la sociedad normalice a quienes se salen de los moldes y así se les deje vivir en paz.
Y finalmente, hay que interactuar NO sólo por encimita. Mientras más tratas a una persona, te involucras con ella, conoces de su pasado, costumbres, circunstancias, etc. Así surge la empatía y la dejas de ver como “el otro”, “el enemigo” o “el raro”.
Esto se ha comprobado en varias ocasiones. He leído de dos experimentos, uno en una escuela de niños de diferentes razas en la que había discriminación. Los chavitos tuvieron que trabajar en equipo, apoyándose unos a otros para cumplir unas tareas. Después de algunos meses ya interactuaban, jugaban juntos, bajó el bullying, etc.
Otro estudio fue hecho en policías de Estados Unidos. En una zona de Los Ángeles donde había abuso extremo de autoridad, crearon una división de policía nueva cuya misión era involucrarse con la comunidad a la que servían. Se dedicaron a conocerlos, tratarlos en su vida cotidiana, es más ¡hasta basketball los pusieron a jugar! A la larga, el índice de delincuencia disminuyó, los policías dejaron de cargar armas y la misma comunidad los ayudaba a cuidar el barrio.
Dime qué siembras y te diré qué cosechas
No se puede alcanzar la libertad y el respeto a partir de la invalidación. No puede haber justicia e igualdad, desde los prejuicios. Suena TAN lógico…
Con sólo la disposición de conocer a aquel que es diferente a nosotros se viene abajo esta idea de que hay “unos” y “otros”. Disminuye la violencia, la segregación, el resentimiento; baja la necesidad de organizar revoluciones porque hay bienestar. Y como ya te conté, hasta está probado científicamente. Kermoso, hagámoslo más.