Bridgerton versión 2025

No nos hagamos, la vida hoy sigue siendo como en los Bridgerton.

Contexto por si no has visto la serie ni leído los libros:
Los Bridgerton son una familia de la aristocracia inglesa de principios del siglo XIX. Cada temporada o libro cuenta la historia del casamiento de uno de los hijos. Por supuesto, dado el círculo social en el que se mueven, gran parte de su atención se centra en las reuniones o bailes, en quedar bien con los otros ricos y con la reina.

Cada semana se publica un panfleto en el que ser mencionado es clave para ganarse la admiración o el repudio de la sociedad (algo como una mezcla entre la sección de sociales de un periódico y el TVyNovelas). Como consecuencia, todos tienen mucho cuidado de con quién interactúan, con quién bailan, los atuendos y las joyas que usan, etc.

Una dinámica social que en el 2025 no nos resulta del todo desconocida.

Una ventana a la vida de los nacidos en cuna de oro cuya única ocupación es continuar viviendo en oro

A diferencia de hace 200 años, cuando el grueso de la población no tenía casi acceso a ver como era la vida de los duques o condes, hoy las redes sociales son la versión aumentadísima de aquel panfleto.

La sociedad se emboba viendo en Instagram la vida cotidiana de los aristócratas; llámales cantantes, actores, empresarios o, cuando de plano no hacen nada, socialités. Todos esos millonarios viven en una burbuja a la que la gran mayoría jamás accederá pero ahí anda bien pendiente, perdida en el ímpetu aspiracional.

Más ejemplos: la cobertura mediática a eventos como la MET Gala o las alfombras rojas. Esas también son ventanas al mundo de los Bridgerton de hoy.

Así es su vida. Hacen negocios, se casan entre ellos, y se mueven en aviones privados porque nunca se mezclarían con el pueblo. Para ellos, el resto de los habitantes del planeta son sus fans o followers, sus consumidores o sus empleados.

Estúpida cultura voyeurista ¬¬

El mundo y las dinámicas sociales han cambiado mucho en 200 años. Sin embargo, aspectos como esta división tóxica entre aristocracia y pueblo, se mantienen e incluso se amplifican gracias a la tecnología que alimenta la cultura voyeurista.

Gana (aún más) peso la banalidad, se fortalece el deseo por ser quien no se es y por tener lo que no se tiene (¡y ni se necesita!). Es un morbo que se puede convertir en admiración vacía que distrae de asuntos verdaderamente valiosos y terrenales.

Cada vez que me quedo viendo los posteos de algún artista en Instagram, invariablemente me viene este pensamiento: “Heme aquí otra vez, perdiendo mi tiempo viendo a los Bridgerton del 2025.” ¡¿Qué sentido tiene?¿qué me aporta?! Entonces hago un corajillo y me pongo a ver un reel de perritos o hago mi lección de Duolingo.

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