Despertarse, poner los pies en el suelo y empezar una jornada más llena de pelos.
Cada mañana llega ella muy alegre a un lado de la cama a dar los buenos días. Por al ángulo de la luz que entra por la ventana, se ven volar los primeros pelitos del día gracias a su colita inquieta. Después al ir a la cocina, sentarse en la sala, en el comedor, al abrir un closet, bajar las escaleras, incluso adentro del carro; en todos lados se encuentra al menos uno de esos regalitos de color miel.
Combatirlos es una batalla perdida. Se puede ganar terreno, tenerlos temporalmente controlados, pero nunca seremos 100% libres de ellos. Se escribe fácil pero debo decir que para mí fue un largo, MUY largo camino para lograr acostumbrarme.
Todos los perros son perfectos, de eso no tengo la menor duda, pero como con las personas, tenemos más química con unos que con otros. En mi caso, siempre pensé que mis mascotas serían aquellas que además de hacer clic conmigo en términos de carácter, tirarían la menor cantidad de pelitos posible.
En mi cabeza simplemente no entraba la idea de tener además del suelo, los muebles y mi ropa con pelos todo el tiempo, y por lo tanto estar aspirando o sacudiendo constantmente para mantenerlos controlados.
Sí. Ajá. Nunca digas nunca. 🫣
Entonces hace casi siete años llegó ella, con su sonrisa, su bondad desbordante, su tranquilidad, su nobleza y nos enamoró. La adoptamos, llegamos a la casa y vi los primeros pelitos volar sin control.
Me quedé sin palabras. Ya era demasiado tarde, ya le habíamos dado nuestro corazón y hasta nuestro apellido.
Los siguientes meses pasé buscando algún shampoo o suplemento alimenticio, comprando cepillos varios, leyendo artículos… Quería “arreglarlo”, me aferraba a creer que algo estaba “mal” o que era algo temporal o de menos estacional.
Pasé por varias etapas hasta que llegó la aceptación y aprendí del amor incondicional. Así como se quiere a los hermanos aunque caigan gordos, a los amigos aunque desesperen, o a la pareja aunque saque canas verdes, yo aprendí a amar a mi Lennon aunque me llene la vida de pelos. Al final es tan perfecta para nosotros, que algún “pero” había de tener. Ella reparte pelitos por el mundo así como reparte cariño a toda aquella persona con la que se topa.
Hermosa ella y suertudos nosotros por tenerla aquí. Hoy ya empieza a tener canas, pero seguimos convencidos de que nuestra casa es más bonita y amigable sólo porque ella (y sus pelitos) están aquí.




