Relájate un montón

¿Qué pasaría si las personas retomáramos el hábito de llevar un diario? ¿Nos sería más fácil procesar lo que vivimos? Con eso de que los especialistas afirman que escribir es terapéutico, quien quita y sí estaríamos mejor ¿no?

Sé que no a todos les gusta, pero para mí escribir es tan natural, que es hasta un indicador de mi bienestar. Si no lo hago es o porque estoy ahogada en trabajo o porque mi psicóloga y yo andamos en joda desenmarañando mis ideas. Y aunque en los últimos meses he tenido bloqueo creativo por exceso de circunstancias, decidì hacer un alto, abrir esta página y aflojar los dedos como fuera.

“Living fast or living slow” (viviendo rápido o viviendo lento)

Hace meses escribí un post-it con esta frase y se quedó en mi escritorio. Cada vez que lo veo pienso en un tema que me vuela la cabeza: Las diferencias en los hábitos y el ritmo de vida entre las generaciones de antaño y la nuestra.

Hace unos 50 años se vivía más lento (sin internet, ni celular, sin videollamadas, sin horno de microondas, etc.) pero se alcanzaban metas grandes más rápido. El ejemplo típico es el de comprar una casa.

Antes esto era no sólo para los “privilegiados”; se conseguía con las prestaciones de un trabajo “normal” y sabiéndose administrar. En cambio hoy pasan y pasan los años y comprar un departamento (¡ya no digas casa!) es algo que se logra si lo heredas, te mudas a una ciudad chiquita, o te haces de una hipoteca macabra, bastante más macabra que lo que pagaron nuestros padres o abuelos.

Hoy, con tanta tecnología vivimos más rápido pero las metas tardan más en llegar. Y no sería problema si la calidad de vida lo valiera o fuera por elección. Sin embargo, para gran parte de la población adulta, el tiempo se nos va lidiando con circunstancias que complican lograr los objetivos y con distractores que nos alejan de lo verdaderamente importante.

Es un coctel abundante compuesto por temas como el exceso de competencia en los trabajos, sueldos más castigados, menos prestaciones, una severa inflación, súmale los efectos de la pandemia; y como aderezo, las guerras, la horrible política y dinámica social, el cambio climático…

Digamos que el estrés y la ansiedad traen tremendo pachangón aunque nosotros por fuera “estemos cool“. Obvio no sorprende que para muchos sea tan satisfactorio distraerse en Tiktok, Instagram o los memes que llegan por Whats.

Ola k ase, intentando vivir agusto o k ase

(¡cómo me gustaba ese meme!)

Batallamos por encontrar espacio en la agenda y en la mente para relajarnos con actividades que, en teoría, contribuyen a nuestro bienestar.

Sin embargo hoy me descubrí haciendo ejercicio con prisa porque había más cosas que hacer; así que las endorfinas que según se liberan obvio valieron gorro. Maldito loop en el que hasta el autocuidado es un “tengo que”.

Constantemente veo casos semejantes. Caos, estrés, prisa, l@s amig@s quejándose porque a las 9 pm siguen con la computadora prendida (porque urge el reporte, porque a la empresa le urge entregar el proyecto, porque urge ser más rápidos que las demás compañías); comen en el fast food pero pasan horas en el tráfico y luego van al gimnasio pero la cabeza se quedó en los pendientes.

Hace unos días estaba en videollamada con mis amigas y una de ellas seguía haciendo cosas del trabajo mientras platicaba con nosotras. Insisto: con un entorno así ¡como no querer enchufarse al Tiktok para olvidarlo todo!

Y el contacto agusto, consciente y sin prisas con nosotros mismos y los demás ¿dónde está quedando?

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Cierro los ojos.
Respiro profundo.
Ahí está.

No se ha ido y no se irá. Yo solo me pierdo por temporadas porque me abruma lo de afuera. Afortunadamente hoy no. Bendito momento de escritura, vales mil nunca cambies.

Gracias por leer 🙂

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