A quien estudia periodismo se le enseñan las características que hacen que un suceso sea noticia para determinada audiencia. Una de ellas es “la proximidad física” y ésa es la que últimamente me ha tenido piense que piense.
Respecto a ella, la teoría dice que para que un hecho sea relevante para una sociedad, entre otras cosas, tiene que suceder cerca de ellos. Tiene sentido pues es natural interesarnos más por lo que pasa en donde estamos y en la comunidad con la que interactuamos. Por el contrario, lo que (según) nosotros no nos afecta, nos tiende a dar igual.
Y aunque hoy en día vivimos en una era en la que la información es negocio, estrategía de poder y todo lo deprimente que se ve en Succession; en el momento en el que elegimos creer que lo que dicen los medios de comunicación que nos gustan NO es lo único trascendente, o que lo que nos muestran los algoritmos de las redes TAMPOCO es lo único que sucede; automáticamente empezamos a notar un montón de cosas que no sabíamos que no sabíamos y es ahí cuando:
Ya he mencionado varias veces aquí que el haberme cambiado de país me abrió la cabeza en temas de costumbres, formas de interactuar, política, educación, cultura, etc. Sin embargo, ahí no ha parado la experiencia. También me ha llevado a conocer otras comunidades, creencias, posturas y medios de comunicación.
Por si fuera poco, cuando se empezó a poner aún más intenso y tangible el problema del calentamiento global, terminó de caerme el veinte de que en el mundo podemos estar lejos pero NUNCA desconectados.
Tal vez por eso me enoja tanto que los gobiernos hagan cumbres para disque abordar en conjunto problemas como las guerras o el cambio climático; según hacen acuerdos y después se regresan a sus países movidos por el egoísmo de siempre, pensando en cómo usar la reunión para su conveniencia o para fregar al otro.
He llegado al punto de preguntarme si ese valemadrismo e intención por dominar al prójimo es algo inherente al ser humano ¿En qué momento se le mete ese chamuco a las personas? Quiero pensar que es posible exorcisarlos, porque sino, no veo manera en que la humanidad salga adelante.
Parecería que actuar de manera opuesta a esto último es ir contra la corriente, tanto en asuntos cotidianos como de vida o muerte. Por ejemplo, llevo meses intentando hacer un playlist de musica italiana y ¡qué dificil es! YouTube y Spotify siempre me regresan a cosas gringas. Si así pasa con tonterías, está de miedo la manera en que se nos envuelve con cosas verdaderamente trascendentes. Qué feo ser hipnotizados sin darnos cuenta. 😦
Si frecuentemente decimos que “el mundo es un pañuelo” ¿porque no actuamos acorde a ello?
Se me ocurren estas tres preguntas para revisar hasta dónde nos hemos dejado llevar por la idea de que lo que está lejos no está ligado a nosotros o, peor aún, está en contra de nosotros. ¿Hasta dónde nos hemos dejado educar por los algoritmos de las redes sociales y una porción reducida de fuentes de información?:
- ¿De cuántos paises sé algo? Lo que sea, al menos el nombre de su capital, en qué región del mundo están, qué idioma hablan, algo de su historia… Por cierto, dato cultural: La ONU reconoce 195 naciones, pero hay más y la respuesta no está tan fácil de encontrar, parece ser que son 206, seguiré buscando.
- ¿De cuántas culturas he escuchado música o probado comida?… Seamos honestos, a veces ni siquiera sabemos bien de nuestro mismo país.
- ¿De cuántas fuentes consumo contenido? ¿veo contenido de un medio con una postura diferente a la mía (sin hacerlo sólo para invalidar lo que plantea)? Justamente estas preguntas están relacionadas con dos términos de las teorías de la comunicación que me parecen super vigentes: las “burbujas epistémicas” y las “cámaras de eco“, tienen nombres muy pomposos pero en realidad están bien simples, los explican en este link, échale un ojo por piedad. (¡Hoy reviví a mis maestros de la universidad, eh?! jaja).
Con estos cuestionamientos no estoy diciendo que debamos saber algo de todo lo que hay en el mundo o leer todos los periódicos. La idea es más bien darnos cuenta de la proporción de lo vasto que es el planeta y el microuniverso en el que hemos permitido ser encerrados y la mínima cantidad de creencias que hemos decidido aprobar.
Siempre tendremos nuestras prioridades, costumbres, gustos y sí, también creencias; pero estar al tanto de que existe mucho más allá afuera, ponerle rostro en la medida de lo posible, conocer cómo son y lo que les sucede, hace más visibles los lazos que tenemos. Facilita el trabajar en equipo, disminuye el egoismo, nos hace sentir identificados, aumenta la empatía y ¡nos acerca aunque estemos lejos!

